Tenía 17
años. Junto con mis hermanas se nos dio por hacer unas pulseras de madera
pintada. Era verano y con un amigo decidimos ir a Córdoba de mochileros. Yo,
como artesana, iba a vender esas pulseras que había hecho.
Ahora, a la
distancia, pienso que mis padres eran muy libres, tal vez demasiado para los hábitos
de esa época, fines de los años setenta, no sé… Pero de ningún modo, la
libertad que me dieron justifica ningún maltrato de terceros. Aunque esto lo
pienso hoy, entonces sí les tuve rabia. Fuimos a Córdoba, paramos en un camping
de Villa Carlos Paz. A los pocos días, mi amigo hacía su vida y yo la mía.
Estando en
Córdoba me enteré que estaba el Festival de Cosquín y como me gustaba mucho la
música en vivo decidí ir. Asistí al espectáculo principal y después recorrí
algunas peñas de los alrededores. Estaba contenta, esa noche me quedé a dormir
en la casa de una amiga.
Al día
siguiente, para volver al camping donde estaba parando, se me ocurrió hacer
dedo. Una inconciencia, ingenuidad, falta de información, no sé… Paró una
camioneta en la que iban tres hombres. Me subí. Dos de ellos se bajaron a los
pocos kilómetros y me quedé con el que manejaba, un tipo de unos 25 años.
De algunas
cosas me cuesta acordarme, los detalles, no sé, pasaron muchos años. Pero lo
que recuerdo es que íbamos por una ruta y él se desvió en un camino de tierra
en medio de la nada y me violó. Yo había tenido relaciones con un novio que
tuve entre los 15 y los 17 y del que tengo lindos, dulces recuerdos.
Lo que me
acuerdo es que me negué, que le dije que no quería. Pero estaba muy asustada,
paralizada por el miedo y no sabía qué hacer porque estaba en el medio de la
nada con este tipo al que no conocía, dentro de su vehículo. No me puedo
acordar mucho lo que decía él o lo que decía yo. Solo me queda la sensación de
miedo, de terror. Un miedo y un desconcierto, por no entender. El tipo me penetró analmente. Yo nunca lo
había hecho de esa manera, fue algo sumamente violento.
Mientras
todo sucedía yo estaba en otro lugar, como si me sintiera vacía, desconectada
de mí. Cuando todo terminó el tipo siguió manejando y me dejó en la entrada a
la villa, más o menos cerca, de día. No me acuerdo ni como llegué al camping.
Allí, como pude, deshecha y desarmada emocionalmente, me acerqué al dueño o
administrador del lugar, un hombre que tenía esposa y dos hijitos. Como le dije
que me sentía mal, me hizo pasar a su casa rodante y yo creí que me escuchaba
mientras me acariciaba la cabeza. Pero, es evidente, no le importó lo que yo le
contaba porque, de repente, sentí que me toqueteaba y que esa escena tierna,
con alguien que podía ser mi padre, se convertía en una manipulación sexual,
algo que yo no había buscado ni elegido. Fue como una doble violación. Mi amigo
ya no estaba en el camping y me sentí muy desdichada. De todos modos, no volví
enseguida a mi casa, me quedé ahí hasta que llegó el día del regreso que
marcaba el pasaje de ómnibus, sentía que me la tenía que bancar.
Cuando volví
a Buenos Aires se lo conté a mi mamá. Fue muy doloroso, tremendo. Yo era muy
joven, había muchas cosas que no se sabían. Ahora lo que veo es una enorme
ingenuidad. Lo peor de todo fue sentir que lo que me había pasado había sido
culpa mía, sentir una vergüenza enorme, pensar que me había merecido todo eso …
o algo así.
Si miro para
atrás, lo que veo es que las secuelas fueron muchas y se fueron dando con el
tiempo. Durante años no sentía nada, no tenía emociones, me costó mucho
enamorarme, confiar en un hombre, tener pareja. Hasta el día de hoy, algunas
veces me sobresalto en medio de la noche, me despierto con miedo si siento la
mano de mi marido que se apoya en mi espalda.
En otra
época tuve ataques de pánico y tal vez haya tenido que ver con la violación.
Incluso pienso que mis desarreglos alimentarios tienen su origen en aquel
nefasto episodio que viví y de lo que todavía hoy me cuesta mucho hablar.
Bueno, creo que ahora no me cuesta tanto, pero sí sé que hay muchas secuelas
que aún desconozco, que la terapia no ha podido resolver.
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